CUANDO LOS REYES SE ADELANTAN
hace un tiempo, le pedí -atrevida- a
Ibn Said EL CONTRADICTOR, cuyos comentarios nos dejan boquiabiertos en el cuaderno de
otis, que escribiera algo en mi ausencia.
me ha regalado una obra de arte y quiero compartirla, ya que a falta de palacio real, cedo espacio en mariposa.
con ustedes, la magnífica
HISTORIA ELEMENTAL DE LAS MARIPOSAS por Ibn Said EL CONTRADICTOR
¡Qué curioso! A mí nunca se me ha colado una mariposa en un poema. Las mariposas circulan con su intensa movilidad entre palabras destinadas a cubrir una ausencia, entre notas musicales que se mueven al ritmo acelerado de sus alas. Habitan con su vuelo coloreado entre poemas, canciones y representaciones de la realidad. Pero a mí nunca se me ocurrió utilizar una mariposa como metáfora, coger una pequeña mariposa sin lastimarla y dejar su cuerpo acomodado junto a una de mis quejas. A mí se me cuelan en los textos pesadillas monográficas de distinto material urbano: residuos tecnológicos, amenazas y venganzas científicas, mensajes publicitarios de un mundo que sólo aspira a vendernos algo. Pero, ¿mariposas?
Hablar de literatura y mariposas es hablar inevitablemente de Vladimir Nabokov, el padre creador de la excitante Lolita. Nabokov fue, además de imponente genio de la literatura, un prestigioso entomólogo, un especialista en lepidopterología, esa especialidad de la entomología que se dedica al estudio de las mariposas. El escritor peruano Iván Thays está convencido de que Lolita era una mariposa y de que éstas se incorporaban siempre, de una manera u otra, a la literatura de Nabokov. Incluso le servían como ejemplo a la hora de impartir sus lecciones de literatura en la Universidad de Cornell, como en esa ocasión en que, para explicar a sus alumnos El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde utilizó como introducción el proceso de mutación o transformación del insecto. Nabokov informó a sus alumnos de algo ya conocido: Había –les dijo- un filósofo chino que se pasó toda la vida dilucidando si era un filósofo chino que soñaba que era una mariposa o una mariposa que soñaba que era filósofo. Y luego abrió la puerta de la curiosidad con una observación oportuna: Transformación. La transformación es algo maravilloso. Pienso especialmente en la transformación de las mariposas. Aunque mirarlas resulte maravilloso, la transformación de larva en crisálida o de crisálida en mariposa no es un proceso particularmente agradable para el sujeto involucrado. El incendio estaba provocado: difícilmente los alumnos abandonaban ya la lección; en un instante, la crisálida Jekyll daba paso a la mariposa Hyde y la historia de la literatura se convertía en una discusión entre entomólogos. Nabokov, como luego nos contó John Updike: estudiaba los órganos genitales de las mariposas al tiempo que trataba de inculcar los rudimentos de la gramática rusa a las jovencitas.
Si para Nabokov la experiencia de atrapar mariposas era una experiencia estética, otros, en cambio, consideraron una verdadera obra de arte observarlas en libertad. En 1987, la artista mexicana Carmen Parra invadió con 3000 mariposas monarca el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. Al parecer, el objeto central de este infinito aleteo de mariposa era la ambientación de un cuadro titulado La sierra Chincua. Para Carmen Parra, la mariposa monarca era una especie de obsesión. Tiene el nombre –explicó en una ocasión- de una diosa: Dánae, que fue fecundada por Zeus como lluvia de oro. Es un fenómeno de color tan extraordinario que no lo puedes pasar por alto.
También es mexicana la mariposa de Silvio Rodríguez, pero no parece una mariposa destinada para el arte, sino más bien una mariposa guerrera. Cuenta Silvio: Para la cultura náhuatl que crecía en el valle de México cuando llegaron los conquistadores (después no creció casi nada), las mariposas simbolizaban el alma de los guerreros que, habiendo caído en combate, regresaban a la tierra de esa forma colorida y hermosa para embellecer la vida de los hombres. En este caso el símbolo esta tomado en el sentido de la añoranza del recuerdo. Y en ese mismo sentido, en el sentido de la añoranza del recuerdo, la mariposa tecnicolor de Fito Páez, menos resentida que la del cubano, abre sus alas tremendas para traernos las imágenes de nuestros viejos perdidos en el tiempo, agotados de proyectos y promesas, y las de un tren que viaja sin sentido –nosotros somos los pasajeros- hacia ninguna parte.
Mariposas. Mariposas de ida y vuelta. Mariposas que también pueden acudir en nuestra ayuda y solucionar un problema que parecía indisoluble. Es el caso del escritor argentino Tomás Eloy Martínez, enredado como una mariposa en la red laberíntica de una novela –su novela sobre Evita, Santa Evita- detenida en el espacio de la duda creativa, y que encontró en otra mariposa metafórica la energía necesaria para levantar el vuelo: No iba a dejar que las supersticiones me arredraran. No iba a contar a Evita como maleficio ni como mito. Iba a contarla tal como la había soñado: como una mariposa que batía hacia delante las alas de su muerte mientras las de su vida volaban hacia atrás. La mariposa estaba suspendida siempre en el mismo punto del aire y por eso yo tampoco me movía. Hasta que descubrí el truco. No había que preguntarse cómo uno vuela o para qué vuela, sino ponerse simplemente a volar.
Sí, hay mariposas acechando en todos los extremos de este texto. Mariposas ciegas, como las de Isabel Rojas Molina, poeta de la ciudad de Cananea, en el estado de Sonora, México, que siguen tocando con sus alas rotas puertas que nunca se abren. Y mariposas de la noche, las de Fernando Arrabal, místicas y misteriosas, con su pequeño sexo más pequeño que las del día. Y gente sin mariposas como Alejandra Pizarnik, a la espera de la oscuridad, sin manos para decir nunca, sin manos para regalar mariposas a los niños muertos. Y muerte que se presenta con mariposas o con Luis Cernuda, que vino para ver la muerte y su graciosa red de cazar mariposas.
Uno puede evitar la presencia de las mariposas en un poema, en un aprendiz de relato de cosecha propia. Algunos elementos de la sensibilidad pueden ser portadores de cierto desorden. Pero, tarde o temprano, las mariposas aparecen con un mensaje que tardamos en descifrar porque es un mensaje en movimiento, una llamada confusa como un signo de aire y de cielo. El movimiento –escribió el meteorólogo Konrad Lorenz- de una simple ala de mariposa hoy produce un diminuto cambio en el estado de la atmósfera. Después de un cierto período de tiempo, el comportamiento de la atmósfera diverge del que debería haber tenido. Así que, en un período de un mes, un tornado que habría devastado la costa de Indonesia no se forma. O quizás, uno que no se iba a formar, se forma.
El Efecto Mariposa. De un lugar a otro. De lo posible a lo imposible.
En mi ciudad, por ejemplo, las mariposas pueden ser asesinas como las mariposas asesinas del director vietnamita Tsui Park, que sustituye en Butterfly Murders los pájaros de Hitchcok por terribles insectos alados. O pueden ser, al menos, acusadas de asesinato como las mariposas del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, culpables de almacenar nitrobenceno en sus cajas muertas amenazando la salud de cuidadores indefensos.
Pero siempre puede uno abandonar su ciudad y perderse en la ventana electrónica que conecta con lo desconocido. Entonces, dependiendo de los dioses, encontraremos la rutina o tocaremos con los dedos siluetas imprevistas; las mariposas serán como cualquiera de las mariposas de esta historia o serán mariposas inesperadas: no clasificadas, no escritas. Y si son como éstas serán mariposas de riesgo y de vida: viajeras, agradecidas, pequeñas en la inmensidad de los abismos. Serán mariposas de dulce de leche. Mariposas de acento porteño en Pekín, ciudad de la China.
Ibn Said EL CONTRADICTOR